lunes, 18 de marzo de 2013

18/03/2013

Siento en este espacio vacío algo que debió parecerse a un corazón un día, todavía se siente latir y escucho por las noches en silencio su compás austero y delicado. ¿Qué explosión furibunda pudo hacer que la vida se escape? ¿a dónde se habrán fugado las ganas de ver cada amanecer por mis propios ojos? La memoria redunda sobre párrafos sencillos, gira en torno a la estrella sublime que sigue siendo centro del universo. Quisiera poder reconstruir el vacío, llenarlo con el legado calmo de mis homilías que te resumen. A pesar de ti, seguirás siendo mi ciencia más exacta, la causa de mi religión que profeso de hinojos en los altares que he construido para hacerlo. Mi ego, otrora inmune, reclama su actual indefensión; ¿quién sino tú, habrías de convertirte en la medida justa para hacer sentir en mí la derrota? Me he lamentado profusa y amargamente sobre este acápite, sin merecerlo y sin buscarlo he terminado por desaparecer, por volverme la nada que reclamé.

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